No puedo recordar el primer beso que te di y eso que no fue hace tanto tiempo pero no se me quita de la cabeza el último. El último beso fue dulce y amargo a la vez, sensaciones contradictorias, lo sé, pero es así como lo recuerdo. Sin reparos nos besamos en la calle y ese beso dulce se quedó grabado en mi mente; ese sabor, la dulzura de dos bocas sedientas de besos bailando al son de la despedida se quedó impregnado en mi paladar. Un beso amargo por la incertidumbre que mi boca sentía por no saber cuando se juntaría de nuevo con la tuya. Dulce y amargo, un contraste de sabores, un contraste de sensaciones.
Cuento los días para que llegue de nuevo el momento en que pueda tener delante unos ojos que me fascinan, una sonrisa que me camela y una persona que me enamora. Me encanta leer un simple mensaje en el teléfono cuando tú me lo mandas porque una sonrisa se me dibuja en la cara sin quererlo. Gracias por estar en mi vida, si no existieras tendría que inventarte.
Cuento los días para que llegue de nuevo el momento en que pueda tener delante unos ojos que me fascinan, una sonrisa que me camela y una persona que me enamora. Me encanta leer un simple mensaje en el teléfono cuando tú me lo mandas porque una sonrisa se me dibuja en la cara sin quererlo. Gracias por estar en mi vida, si no existieras tendría que inventarte.
1 comentario:
Lo bueno de las despedidas es que para que se produzcan algo ha tenido que pasar antes y lo malo es no saber si va a volver a pasar. Pero la incertidumbre mantiene viva la posibilidad de que todo vuelva ser otra vez y poder mejorarlo, y poder renovar el sabor del recuerdo, disfrutándolo de nuevo, aprendiendo todo de nuevo... como las buenas cosas que siempre vuelven.
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