El blog de la zoocióloga que quería ser escritora

ETERNAMENTE EN OBRAS - Este blogue naceu da necesidade de sacar fora o meu mundo interior, como ferramente que me axudou a aprender a expresar e transmitir sentimentos en sensacións. Escribir foi o que fixo de min unha persoa que conseguiu evolucionar ata o punto no que me atopo hoxe.

Neste blogue atoparás textos en galego e en castelán porque dependendo do día no que esscriba e dos sentimentos do momento a lingua que se pronuncia pode ser calquera das dúas.

26 agosto, 2011

Amanece, que non é pouco

Amanece un novo día na miña vida, un día máis para contar, para sorrír, aprender e sobre todo para ser feliz. É curiso como cambia o punto de vista segundo o estado de ánimo do día novo que amanece, hoxe xa é venres e, por fin, mañán é venres. Por un lado encántame que os días me pasen tan rápido porque así falta moito menos tempo para poder bicar os beizos do meu amor, pero por outro lado cada día que pasa alónxase máis dese momento tan bonito que levaba tempo esperando que ocorrera, e que xa pasou. Por certo teño unha mente privilexiada que me permite recrear sensacións o recordar aqueles bicos que me dan a vida e me sacan o alento.
Hoxe espertei soa na cama, pensando que a semana laboral estaba dando xa os seus últimos coletazos. Por fin é venres, sae o sol entre as nubes que nos levaban acompañando varios días. Cantando se pasa antes o tempo e agora me atopo cantando algunha canción que me recorda a os seus bicos. Hoxe amaneceu, que non é pouco, e recordei aquela frase que tanto me gusta "non deixes de acariciarme, quero sentirme viva un rato máis". Hoxe decidín olvidar todas as miñas penas e pensar só en positivo: o mundo é un lugar agradable, o amor é un estado que hai que alimentar con boas palabras e mellores intencións, son feliz se creo que o son polo que vouno creer e escribir.
Hoxe volvo gritar ao mundo eso de SER FELIZ É GRATIS.

23 agosto, 2011

Mis películas mentales

Era una noche de verano cuando la tormenta se cebó con la ciudad olívica, el agua caía sin cesar hasta inundar algunas calles y los rayos iluminaban, por momentos, un cielo oscuro casi negro. Yo, sola en mi piso, sentada ante la televisión pensaba en las inclemencias que se estaban produciendo fuera mientras mi mente recordaba todas aquellas películas de terror que había visto en mi niñez.
De pronto el magnetotérmico, lo que en mi tierra se conoce de forma incorrecta como plomos, salta y me quedo completamente a oscuras. Mi mente se sigue alimentando de todas aquellas imágenes de película en la que el asesino corta la luz de un domicilio y se acerca sigilosamente a su víctima mientras la tormenta ilumina por momentos el domicilio. Por un momento creo morirme de miedo pero luego me doy cuenta de que eso lo habría hecho con doce o trece años, así que me decido a levantarme y me encamino a tientas por el pasillo hasta el cuadro de la luz.
Los rayos iluminaban de forma intermitente el camino que tenía que recorrer y cuando un destello de luz iluminaba la casa, mi miedo se veía alimentado de nuevo con la imagen de mi reflejo en los espejo desl pasillo. Los ruidos en la oscuridad parecen acentuarse y los pasos de los pisos vecinos parecían meterse en mi morada y retumbaban en mi cabeza una y otra vez. Cuando la luz se hizo respiré aliviada y pensé que el pequeño mal trago había pasado, así que me fui a mi habitación a leer antes de dormir.
Encendí la lamparilla de la mesita de noche y cogí el novelón (Ana Karenina) que estoy leyendo para continuar donde días atrás había dejado la historia. De nuevo los plomos saltaron y de nuevo me volví a asustar, puede que quizás no se me hubiese curado el susto anterior sino que con este nuevo sobresalto había revivido. Esta vez el camino al cuadro de la luz era más largo, volví a temer por mi soledad y tras mucho meditarlo me decidí a recuperar la luz. De nuevo caminé por el pasillo a oscuras, dejando que los rayos y el ruido que producía la lluvia y los vecinos alimentasen ese estado excitación temerosa que me hacía protagonista de una película de suspense.
Pensé en ir lo más rápido posible y volver cual viento a mi lugar de descanso, ese lugar que te proteje de los asesinos y los monstruos con solo taparte con una sábana. Sí, mi refugio del miedo era mi cama, cuando era niña también. ¡Qué estúpido pensar que una simple sábana te protege de todos los males que puedan ocurrir en una película de estas caracterísiticas! Pero era mi consuelo cuando era niña y de alguna manera también lo fué en esa noche de tormenta.
Conseguí de nuevo encender la luz y volver sana y salva (sin que el asesino del espejo, Candyman o cualquier otro ser acabase con mi vida) a mi cama. Poco tardó la luz en volver a saltar pero esta vez ya había perdido todo el encanto que tenía ese suspense, esa intriga y ese terror que en cierta manera me hacía sentir protagonista de la película que me había montado en la cabeza.
Decepcionada por la pérdida de emoción con este último corte de luz volví a encender los plomos y me metí en cama, esta vez puse música y me dispuse a dormir. No tardé más de veinte minutos en cerrar los ojos y aventurarme en el mundo de Morfeo.

16 agosto, 2011

Un nuevo cambio

Decía Tolstoi eso de "Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo" y como llevo algunos días en proceso de cambio, me he aplicado el cuento. Llevaba demasiados días dándole vueltas a lo mismo, hablando de Cloe con un sentimiento de tristeza extremo que me pesaba en el alma y me impedía caminar y seguir adelante.
De nada sirve lamentarse sin avanzar, de nada sirve criticar sin decidir cambiar y sin duda alguna de nada sirve vivir momentos presentes anclada en el pasado....

08 agosto, 2011

Los fantasmas del cementerio

Dicen que en los cementerios hay fantasmas y yo estoy de acuerdo. No de esos que van con sábanas y arrastran cadenas con bolas de hierro, sino de esos que te dan un vuelco al corazón en medio segundo. Así que yo quise enfrentarme a los míos hace unos días.
Volver de nuevo al cementerio fue duro pero sentí la necesidade de enfrentarme a aquella idea que llevaba tantos días rondándome la cabeza. Así que una tarde cualquiera de verano, mientras estaba de vacaciones en mi villa natal, reuní la fuerza necesaria y me encaminé hacia mi propósito, enfrentarme a un fantasma reciente, aceptar el hecho de que jamás volvería a ver a Cloe visitando su tumba.
Cuando entré al cementerio por la puerta grande me encontré en el pasillo central a sus padres y hermano, y la imagen me hizo despertar unas ganas casi irrefrenables de darme la vuelta y huír. Sus padres volvían de visitar la tumba de su hija, andaban como almas en pena con los ojos vidriosos y los rostros desencajados por haber vuelto un día más a aquel lugar donde yacía el cuerpo de su hija. Una misteriosa fuerza se apoderó de mí y me permitió seguir adelante sin hacer caso a aquel impulso que me había asaltado de marcharme sin mirar atrás. Así que me acerqué a sus padres y abracé a mi tía, una mujer destrozada por el dolor, hablamos un rato y yo seguí mi camino mientras ellos abandonaban el recinto del camposanto.
Crucé el cementerio por el pasillo central custodiado por las lápidas de las tumbas que se encontraban en los cuadrantes de la entrada, a lo lejos divisé el lugar donde se encontraba la de mi abuela y no pude evitar pensar en ella. De frente, en el centro del camposanto, se encontraba la pequeña capilla con las puertas abiertas, en su interior vi algunas flores y sin prestar más atención bordeé el edificio por la izquierda. Llegué a la zona de los nichos, enormes paredes cuadriculadas de tumbas alineadas arriba y abajo, con sus lápidas de mármol y sus inscripciones. Giré a la izquierda y justo al fondo encontré el lugar donde se hayaba la tumba, una losa de mármol separaba el féretro con su cuerpo del mundo de los vivos y nada más llegar mis lágrimas asomaron a mis ojos, primero de forma tímida y luego perdiendo la vergüenza.
No quería llorar pero no podía evitarlo. Lloraba como una niña desconsolada, sola ante el nicho que contenía el cuerpo de mi amiga y prima Cloe. Entonces comencé a sentir de manera real aquella afirmación que se paseara durante días por mi cabeza: "jamás volverás a verla". Y se me antojó más duro con cada segundo que permanecí allí. Hasta entonces mi cabeza me había mantenido engañada, tenía la sensación de que no había pasado nada y el hecho de no ver a Cloe era una simple casualidad, un capricho del destino... como había ocurrido en el pasado que podían pasar semanas sin vernos las caras. Pero aquel escudo irreal que se había creado mi mente para protejerme se rompía a pedazos.
Y allí estaba yo, aterrizando en el mundo y llorando la pérdida de una amiga, cercionándome de que aquel entierro al que había acudido hacía tan solo dos semanas no había sido un mal sueño. Y me dolía intensamente, y lloraba, y con cada lágrima me sentía un poco más libre. No podía pensar más que en recuerdos con Cloe, en anécdotas y momentos de todo tipo. Entonces comprendí que no es que no fuera a verla nunca más, pues podía recurrir a mis recuerdos y fotos, sino que jamás podría abrazarla, escucharla y hacerla reír como muchas veces había hecho. Lloré hasta que se secó el depósito de lágrimas del momento, me recompuse, me sequé los ojos y visité la tumba de mi abuela. Luego me fui pensando en ellas, en Lola y en Cloe.

02 agosto, 2011

Lo injusto de la vida

"La vida es injusta cada uno calma los nervios como puede" es la frase que leí en internet de una de las películas que más me gustan, Amelie. Y cuando pude leer esto me quedé pensando mucho por los últimos acontecimientos que se habían producido en mi vida. Una vez más pensé en ella, en Cloe, y cuanto más pensaba más injusta me parecía la vida. Entonces recordé lo que había dicho mi hermano el día que despedimos a mi querida prima y amiga, él dijo "con la cantidad de hijos de puta que hay en el mundo..." y razón no le faltaba. Para mi gusto había demasiado cabrón suelto por el mundo como para que toda la mala suerte se fuera a concentrar y cebar con una familia.
Entonces resonaba una y otra vez en mi cabeza la frase que había leído en la red hasta el punto de casi obsesionarme. ¿Qué hacer ante este tipo de injusticias? Pues realmente no se puede hacer nada que no sé otra cosa que continuar adelante, porque la vida no es algo que se pueda reclamar en una oficina de atención al consumidor. Y como ya decían hace siglos "carpe diem", o "tempus fugit"... y es lo que hay, hay que vivir esta obra de teatro que es la vida. Pero hemos de darnos cuenta de que esta obra no tiene ninguna sesión de ensayo, no hay un guión escrito de antemano sino que se escribe a medida que se desarrolla. La vida será lo que queráis que sea, injusta o cruel, pero hay que adaptarse y seguir. Siempre adelante, siempre viviendo el día a día sin adelantarse a las peores catástrofes que se puedan avecinar porque si nos paramos a patalear estaremos perdiendo tiempo de vida y yo no quiero eso.
El hecho de volver a mi casa me ha hecho retroceder un poco en este proceso de asimilación, de superación y adaptación a la pérdida de un ser querido y no dejo de encontrarme recuerdos e historias en casa rincón del barrio, de la huerta y de mis familiares. Sin duda el enfrentarme al rostro de una madre desolada me hace sentir más triste de lo que pueda estar porque sé que ni yo ni nadie puede ayudarle. Veo a mi tía rota en pedazos, pero no físicamente sino anímicamente y quiero decirle unas palabras que mitiguen su dolor pero no creo que existan, una madre es una madre y jamás podrá olvidar el dolor de la pérdida. Entonces me limito a esperar mientras continúo con mi vida con Cloe presente las veinticuatro horas del día, con momentos de bajó y otros de inexplicable júbilo pues las hazañas simpáticas que se me pasan por la mente me producen esa sensación.
Y después de haberme desahogado escribiendo estas líneas sigo pensando que la vida no es justa, pero continúo adelante, con ganas de superar estos momentos apoyando a la familia y a l@s amig@s de Cloe. La vida será injusta pero sigue y aún quedan motivos por los que sonreír.