El blog de la zoocióloga que quería ser escritora

ETERNAMENTE EN OBRAS - Este blogue naceu da necesidade de sacar fora o meu mundo interior, como ferramente que me axudou a aprender a expresar e transmitir sentimentos en sensacións. Escribir foi o que fixo de min unha persoa que conseguiu evolucionar ata o punto no que me atopo hoxe.

Neste blogue atoparás textos en galego e en castelán porque dependendo do día no que esscriba e dos sentimentos do momento a lingua que se pronuncia pode ser calquera das dúas.

23 agosto, 2011

Mis películas mentales

Era una noche de verano cuando la tormenta se cebó con la ciudad olívica, el agua caía sin cesar hasta inundar algunas calles y los rayos iluminaban, por momentos, un cielo oscuro casi negro. Yo, sola en mi piso, sentada ante la televisión pensaba en las inclemencias que se estaban produciendo fuera mientras mi mente recordaba todas aquellas películas de terror que había visto en mi niñez.
De pronto el magnetotérmico, lo que en mi tierra se conoce de forma incorrecta como plomos, salta y me quedo completamente a oscuras. Mi mente se sigue alimentando de todas aquellas imágenes de película en la que el asesino corta la luz de un domicilio y se acerca sigilosamente a su víctima mientras la tormenta ilumina por momentos el domicilio. Por un momento creo morirme de miedo pero luego me doy cuenta de que eso lo habría hecho con doce o trece años, así que me decido a levantarme y me encamino a tientas por el pasillo hasta el cuadro de la luz.
Los rayos iluminaban de forma intermitente el camino que tenía que recorrer y cuando un destello de luz iluminaba la casa, mi miedo se veía alimentado de nuevo con la imagen de mi reflejo en los espejo desl pasillo. Los ruidos en la oscuridad parecen acentuarse y los pasos de los pisos vecinos parecían meterse en mi morada y retumbaban en mi cabeza una y otra vez. Cuando la luz se hizo respiré aliviada y pensé que el pequeño mal trago había pasado, así que me fui a mi habitación a leer antes de dormir.
Encendí la lamparilla de la mesita de noche y cogí el novelón (Ana Karenina) que estoy leyendo para continuar donde días atrás había dejado la historia. De nuevo los plomos saltaron y de nuevo me volví a asustar, puede que quizás no se me hubiese curado el susto anterior sino que con este nuevo sobresalto había revivido. Esta vez el camino al cuadro de la luz era más largo, volví a temer por mi soledad y tras mucho meditarlo me decidí a recuperar la luz. De nuevo caminé por el pasillo a oscuras, dejando que los rayos y el ruido que producía la lluvia y los vecinos alimentasen ese estado excitación temerosa que me hacía protagonista de una película de suspense.
Pensé en ir lo más rápido posible y volver cual viento a mi lugar de descanso, ese lugar que te proteje de los asesinos y los monstruos con solo taparte con una sábana. Sí, mi refugio del miedo era mi cama, cuando era niña también. ¡Qué estúpido pensar que una simple sábana te protege de todos los males que puedan ocurrir en una película de estas caracterísiticas! Pero era mi consuelo cuando era niña y de alguna manera también lo fué en esa noche de tormenta.
Conseguí de nuevo encender la luz y volver sana y salva (sin que el asesino del espejo, Candyman o cualquier otro ser acabase con mi vida) a mi cama. Poco tardó la luz en volver a saltar pero esta vez ya había perdido todo el encanto que tenía ese suspense, esa intriga y ese terror que en cierta manera me hacía sentir protagonista de la película que me había montado en la cabeza.
Decepcionada por la pérdida de emoción con este último corte de luz volví a encender los plomos y me metí en cama, esta vez puse música y me dispuse a dormir. No tardé más de veinte minutos en cerrar los ojos y aventurarme en el mundo de Morfeo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cambia de género cinéfilo,jajaja...