En ocasiones caminamos por los senderos de la vida sin saber a donde nos llevarán y no nos damos cuenta de como la maleza crece en nuestro entorno con cada paso que damos, hasta que llega un día que miras hacia uno y otro lado y te das cuenta de que solo ves hierba a tu alrededor.
A diferencia de un camino que te puedas encontrar en el campo, las veredas de la vida no está delimitadas con arena y roca para distingurse de la inmesidad de la hierba y tenemos que vagar por el terreno sin miedo. As veces los miedos nos paralizan y nos quedamos paradas sin saber qué hacer, si enterrar la cabeza en la arena, correr hacia adelante o hacia atrás, o dejar que te abduzcan los extraterrestres. Pues no, no debemos pararnos y decidir al tuntún lo que primero nos pase por la cabeza... debemos considerar la opción de alejarnos un poco y subirnos a esa colina que nos permite tener una perspectiva diferente para continuar la trayectoria que habremos de decidir. Pensar y vencer los miedos, marcarnos metas y tratar de alcanzarlas, marcar qué nos gusta y qué no nos gusta para poder cambiarlo.
Hoy, o más bien hace unos días, me di cuenta de que me hallaba paralizada por el miedo. Sí, otra vez cometiendo los mismos errores de los que no sé salir más que escribiendo sobre ellos para liberarme de mis pesos. Hoy quiero decirme a mí misma que me quiero descargar de esos miedos e inseguridades que tanto me pesan y quiero seguir luchando por pensar en positivo, por sentir en positivo, por vivir en positivo.
Hoy siento que soy una persona pequeña con afán de crecer, una mujer con cualidades positivas que vencen a las imperfecciones y a todos esos aspectos negativos que pueda poseer. Voy a ser sincera conmigo mismo y con el mundo que me rodea porque es bonito sentirse bien y dejar que en mi rostro se dibuje una gran sonrisa que contagie a todo aquel que me rodee. Hoy sonrío para mí, porque yo lo valgo, porque yo me quiero y porque sigo enamorada de este mundo que muchos tratan de mediocre y gris, porque hay pequeñas cosas que siguen valiendo la pena, porque sigue existiendo gente que merece lo mejor y eso está oculto en los pequeños detalles.
A diferencia de un camino que te puedas encontrar en el campo, las veredas de la vida no está delimitadas con arena y roca para distingurse de la inmesidad de la hierba y tenemos que vagar por el terreno sin miedo. As veces los miedos nos paralizan y nos quedamos paradas sin saber qué hacer, si enterrar la cabeza en la arena, correr hacia adelante o hacia atrás, o dejar que te abduzcan los extraterrestres. Pues no, no debemos pararnos y decidir al tuntún lo que primero nos pase por la cabeza... debemos considerar la opción de alejarnos un poco y subirnos a esa colina que nos permite tener una perspectiva diferente para continuar la trayectoria que habremos de decidir. Pensar y vencer los miedos, marcarnos metas y tratar de alcanzarlas, marcar qué nos gusta y qué no nos gusta para poder cambiarlo.
Hoy, o más bien hace unos días, me di cuenta de que me hallaba paralizada por el miedo. Sí, otra vez cometiendo los mismos errores de los que no sé salir más que escribiendo sobre ellos para liberarme de mis pesos. Hoy quiero decirme a mí misma que me quiero descargar de esos miedos e inseguridades que tanto me pesan y quiero seguir luchando por pensar en positivo, por sentir en positivo, por vivir en positivo.
Hoy siento que soy una persona pequeña con afán de crecer, una mujer con cualidades positivas que vencen a las imperfecciones y a todos esos aspectos negativos que pueda poseer. Voy a ser sincera conmigo mismo y con el mundo que me rodea porque es bonito sentirse bien y dejar que en mi rostro se dibuje una gran sonrisa que contagie a todo aquel que me rodee. Hoy sonrío para mí, porque yo lo valgo, porque yo me quiero y porque sigo enamorada de este mundo que muchos tratan de mediocre y gris, porque hay pequeñas cosas que siguen valiendo la pena, porque sigue existiendo gente que merece lo mejor y eso está oculto en los pequeños detalles.
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