El blog de la zoocióloga que quería ser escritora

ETERNAMENTE EN OBRAS - Este blogue naceu da necesidade de sacar fora o meu mundo interior, como ferramente que me axudou a aprender a expresar e transmitir sentimentos en sensacións. Escribir foi o que fixo de min unha persoa que conseguiu evolucionar ata o punto no que me atopo hoxe.

Neste blogue atoparás textos en galego e en castelán porque dependendo do día no que esscriba e dos sentimentos do momento a lingua que se pronuncia pode ser calquera das dúas.

21 febrero, 2010

Recuerdos amargos

Ayer fue una gran noche, una noche en la que celebraba junto alguno de mis amigos mi fiesta de cumpleaños. Todo fue genial hasta el final de la noche. Cuando después de haberme despedido de los ojos más bonitos que me miran al besarme cambiamos de local y allí fue donde la amargura de un recuerdo triste eclipsó lo que hasta el momento iba fenomenal.
Nos fuimos al un local donde hacía seis meses que no entraba y la última vez que lo había hecho terminó por ser una noche accidentada. Hace seis meses entraba acompañada al lugar, por los mismos ojos que ayer despedí antes de volver a entrar ayer, era bastante tarde, el frío de la noche, el humo de los locales y las bebidas frías habían terminado por irritarme tanto la garganta que no podía hablar. Nos situamos en una esquina y a lo lejos vi, en la pista de baile, a la pandilla del instituto con la que solía estar. No me acerqué a saludar porque estaba sin voz y no quería forzar más la garganta, simplemente nos saludas desde lejos e hicimos el idiota poniéndonos caras raras. Nunca me he arrepentido más de una cosa como no haberme acercado a saludar, sobre todo a mi amiga Marta que hacía meses que no veía porque estaba en Madrid estudiando. En ese momento pensé "otro día quedo con ella para tomar un café y nos actualizamos", ese día nunca pudo, ni podrá ser. Aquel día era sábado, la madrugada del 15 al 16 de agosto, el lunes siguiente tuve que ir al médico a cogerme una baja porque la faringitis que diagnosticaron la tuve que curar con antibióticos, calorcito y mucho, mucho silencio durante catorce días. Ese lunes, 17 de agosto, día de cumpleaños de mi hermana, cuando volví del médico me comunicaron una de las peores noticias que podía haber imaginado. No daba crédito a lo que me acababan de contar, Marta había muerto. Sin más, ese día no se llegó a levantar de cama, dijeron que se le había parado el corazón. Aún es hoy el día en que no me doy hecho a la idea.
Ayer, cuando acudimos al local donde vi por última vez a Marta, la casualidad hizo que la gente con la que iba se pusiera en el mismo lugar donde meses atrás me había situado yo, donde podía ver a la pandilla del instituto. Igual que la última vez podía ver a la pandilla del instituto bailando y haciéndome caras y guiños, esta vez sin Marta.
Igual que aquella noche de agosto no me acerqué, pero esta vez no porque no tuviera voz sino porque no podía, mi subconsciente me lo impedía haciéndome pensar en la vez anterior y entristeciendo la noche. Veía la misma imagen, el mismo local, el mismo t ipo de música, la misma pandilla pero esta vez sin Marta. Me puse triste y no me acerqué a hablar y bailar con mis excompañeros de instituto, en parte también porque había estado con ellos en el local anterior, pero aquella situación me hizo sentirme incómoda y triste, muy triste. Al poco tiempo me fui porque tras una noche muy animada de celebración y de mucha alegría aquellos recuerdos dejaron un sabor amargo a lo que pudo ser una noche perfecta.

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