Silencio es la única palabra que cuando pronuncias desaparece, es quien acompaña a mi querida amiga y compañera (en demasiadas ocasiones) la soledad. Hoy no es el caso y resulta que estoy acompañada por dos cuerpos, uno el tuyo y otro el mío, que se abrazan en una caricia eterna del alma. El silencio roto por gemidos de placer inunda la habitación y alimenta el fuego de mi deseo haciendo de tu cuerpo el fruto de mi pecado.
Mi boca entre tus piernas desempeña una función vital para el placer libando ese fruto, el de mi pecado, que se convierte en objetivo fundamental. Te estremeces y en lugar de parar continúo con ensañamiento, no eres consciente de que la situación estaba preparada con premeditación y alevosía. Sabía que tarde o temprano acabarías dando tumbos de placer en mi cama y ahora ya no tienes escapatoria, mis besos te han envenenado y tus manos están atadas a mi cama.
Ya es tarde y la noche se cierne sobre mi universo tornándolo oscuro y mágico. A pesar de la ausencia de luz no equivoco ninguno de mis pasos por tu geografía corporal y continúo haciéndote estremecer hasta un punto inimaginable. Déjame quedarme aquí a beber eternamente aunque este pecado, que es tu cuerpo, acabe con mi alma en el infierno. Déjame y arderé por tí en el fuego infernal.
1 comentario:
Me ha recordado a uno de mis escritos al que le tengo un cariño enorme.
http://kauriosidades.blogspot.com/2004/11/elements-love.html
Al elemento del fuego, más concretamente.
Vivir en pecado es mejor que morir en castidad.
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