Siempre que me enamoro termino con el corazón roto. Por unos u otros motivos siempre se acaba terminando, una hoguera no puede permanecer encendida por siempre jamás a la intemperie. Unas veces el fuego se apaga por el viento, otras por el agua, pero el resultado es siempre el mismo. Allí donde el fuego estuvo presente quedan brasas, o eso dicen.
No me gustan las quemaduras, por lo que no me gusta jugar con fuego. Ya se sabe el dicho "quien juega con fuego, termina por quemarse". Aún así, me encanta mirar el fuego, me pasaría horas mirando como las llamas consumen una pila de troncos, es precioso. El fuego purifica y significa el principio y el fin de todo, o por lo menos para mí. Recuerdo cuando me hablaron del ave Fénix que renacía de sus cenizas cuando se consumía por las llamas. Me encanta el mito del ave Fénix, me gustaría poder renacer de mis cenizas. En cierto modo lo hago cada vez que me sumo en una depresión, una parte de mí muere quemada, pero con el tiempo una nueva fuerza va renaciendo en mí de nuevo, eso es lo que me hace ascender de lo más profundo del pozo.
Ahora estoy renaciendo de mis cenizas, y pronto alzaré de nuevo el vuelo rumbo a horizontes lejanos donde no se ponga el sol.
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