Ayer pude volver a ese lugar donde el tiempo se para y las penas desaparecen. Un lugar donde si escuchas en silencio se puede escuchar el sonido de su historia, donde las preocupaciones quedan aparcadas antes de sus murallas milenarias. No tengo palabras para describir lo que siento cuando me adentro en sus murallas y me siento a respirar la brisa marina que lo acompaña.
Ayer pude compartir mi lugar favorito con la persona que amo, y a pesar de que los ánimos no estaban al cien por cien me ha servido de cura. Llevaba a cuestas la energía negativa de algunas personas pero he tenido que desprenderme de ella para evitar que me destruyese, he recargado mis pilas de energía positiva y ahora cada vez que piense en el Castro de Baroña vendrán a mi mente recuerdos bonitos pues las veces que estuve allí fue con personas extraordinarias e importantísimas en mi vida. Aquí os dejo una foto del lugar, más bien de su entrada, adornada con unas pequeñas esculturitas formadas por piedras apiladas que los visitantes del lugar comenzaron a hacer no sé bien por qué motivo.
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